¿Consumado?

¿Consumado?

 

Enero 26, 2025
Creado por: Isabel Orozco, teóloga y artista visual; directora de La Casa del Artesano

En esta Semana Santa, mientras reflexionamos sobre el sacrificio de Jesús, es crucial recordar que su obra en la cruz no fue un evento aislado, sino la culminación de un plan divino de salvación. Un plan que se revela a través de «tipos» en el Antiguo Testamento, ilustrando eventos futuros a través de figuras y sucesos. Isaac cargando la leña, José vendido por veinte monedas de plata, por ejemplo. Todos estos son cuadros que apuntan hacia la obra de Cristo.

El pasaje de Juan 19:17-30 nos ofrece una ventana a este tema, narrando la muerte de Jesús en la cruz. En este momento culminante, podemos ver tres aspectos fundamentales de la salvación: su costo, su universalidad y su perfección.

El costo inmenso de nuestra salvación

La salvación no fue gratis. Jesús asumió un costo incalculable para que pudiéramos ser salvos. Este costo se manifiesta de varias maneras:

  • El costo de la humillación: Jesús, el Hijo de Dios, fue tratado como el peor de los criminales. Cargó su propia cruz, fue crucificado desnudo, una práctica reservada para esclavos e insurrectos. Sufrió el escarnio público, los azotes, los golpes y la burla. La humillación que soportó fue profunda y dolorosa, un precio que pagó por amor a nosotros. (Ver Filipenses 2:8) 
  • El costo de hacerse hombre: Dejó su gloria eterna para tomar forma humana. Experimentó nuestras limitaciones, nuestras angustias, nuestros dolores y nuestras tentaciones. Filipenses 2 describe este acto como un despojo de sí mismo, una humillación que culminó en la muerte en la cruz. El cuerpo que fue clavado allí era el de un hombre, no el de Dios. (Ver Hebreos 4:15) 
  • El costo de su propia vida: La obediencia de Jesús lo llevó a entregar su vida. Vemos en el relato su camino hacia la cruz, su agonía, su sed. La crucifixión era una forma de muerte terrible, pero Jesús la enfrentó voluntariamente. Su muerte sustituyó para siempre los sacrificios de animales del Antiguo Testamento, un sacrificio único y perfecto. (Ver Hebreos 10:10-12)

La universalidad de la salvación

El título que Pilato colocó sobre la cruz, «Jesús Nazareno, Rey de los Judíos», escrito en hebreo, griego y latín, tiene un significado profundo. En una Jerusalén llena de visitantes de diversas partes del mundo, este título proclamaba la realeza de Jesús en los idiomas del mundo conocido: hebreo era el idioma de los judíos; latín, idioma oficial del imperio romano y griego el de las personas cultas.

En un contexto donde las tensiones religiosas y políticas eran palpables, la afirmación de Jesús como Mesías era provocativa. Sin embargo, Dios usó a Pilato para que esta verdad trascendiera las fronteras del pueblo judío. La salvación ofrecida por Jesús es para toda la humanidad, un mensaje de esperanza y redención que se extiende a cada rincón del mundo. (Ver Juan 3:16)

La perfección de la salvación: «Consumado es»

Las palabras finales de Jesús en la cruz, «Consumado es», resuenan con un significado trascendental. Imaginen una obra maestra de Leonardo Da Vinci. ¿Pensarían en añadirle algo? ¡Por supuesto que no! De la misma manera, la obra de Cristo en la cruz es perfecta, completa.

«Consumado es» (en griego, «tetelestai») significa «Está terminado». No hay nada que podamos añadir para mejorarla. Nuestros pecados están perdonados, hemos sido justificados por su sangre. “Tetelestai” viene de la palabra «Teleo» era una palabra usada por los siervos para indicar que habían completado su tarea, por los mercaderes para señalar que una deuda había sido pagada en su totalidad, y por los carceleros para marcar la liberación de un prisionero. Tanto en el documento de deuda como en la carta de condena, cuando se pagaban en su totalidad, se escribía “Tetelestai” en letras grandes a través de la hoja.

Jesús, al gritar «Tetelestai», nos asegura que su obra está terminada, que la deuda ha sido pagada, que la condena ha sido cumplida. La vida cristiana no se trata de nuestras obras, sino de creer en la obra consumada de Cristo. No es que seremos salvos en el futuro, ¡ya somos salvos! (Ver Efesios 2:8-9)

Un testimonio de gracia

Permítanme compartir algo personal. Crecí en una iglesia que me enseñó la importancia de la Palabra, la intimidad con Dios y el servicio. Sin embargo, también me enseñó que la salvación podía perderse con cada pecado. Viví durante quince años en una angustiosa montaña rusa emocional, sintiéndome salvada un día y condenada al siguiente.

Hasta que, en su misericordia, Dios me reveló su amor incondicional. Comprendí que su gracia me amaba a pesar de mis imperfecciones. Hoy, vivo con la libertad de saber que, aunque tropiece, su amor y su obra perfecta en la cruz permanecen inalterables y que la seguridad de salvación está en su obra perfecta y no en mis acciones. Su gracia me ha enamorado, me ha salvado y me mantiene segura en su amor.

«Tetelestai», la palabra que Jesús clamó desde la cruz, nos asegura que su muerte fue suficiente para cubrir todos nuestros pecados. La obra maestra de la salvación está terminada. La deuda ha sido pagada en su totalidad. No necesitamos nada más que poner nuestra fe en aquel cuyos labios pronunciaron esta hermosa palabra.

Preguntas de reflexión: 

  • ¿Cuál es tu testimonio personal sobre la gracia de Dios en tu vida?
  • ¿Cómo puedes vivir de manera más auténtica y agradecida en respuesta a la salvación que has recibido?
  • ¿Qué pasos prácticos puedes dar para profundizar tu comprensión y experiencia de la salvación en Cristo?

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