Jesús, el migrante de los cielos.

Cuando Jesús

fue un refugiado

 

Enero 26, 2025
Creado por: Margarita Orozco, Conectar Global

Un viaje forzado

¡Jesús mismo experimentó la migración! No sólo descendió de los cielos a la Tierra, sino que, como hombre, tuvo que huir a una tierra extranjera.

José y María, los padres terrenales de Jesús, recibieron la orden de un ángel de abandonar Belén y refugiarse en Egipto para proteger la vida de su hijo. Herodes, temeroso de perder su poder, había ordenado la matanza de todos los niños menores de dos años. Imagina la incertidumbre, el miedo y la preocupación de estos padres por su hijo.

Así, Jesús y su familia, como incontables familias a lo largo de la historia y en la actualidad, sufrieron la migración forzada, víctimas de la violencia y el abuso de poder.

¿Qué desafíos enfrentaron Jesús y su familia? El idioma desconocido: la comunicación, una necesidad básica, se volvió un obstáculo. Seguramente, José tuvo dificultades para realizar transacciones, comprar alimentos o simplemente saludar a sus vecinos. La adaptación a una nueva cultura, con sus sabores, costumbres y rituales, también fue un reto. Las diferencias culturales, como los hábitos de higiene y alimentación, pueden generar incomprensión y rechazo.

El Evangelio de Mateo narra este episodio:

«Después de que partieron los magos, un ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo». Así que se levantó cuando todavía era de noche, tomó al niño y a su madre, y partió para Egipto, donde permaneció hasta la muerte de Herodes.» (Mateo 2:13-15)  

Hoy muchas familias enfrentan grandes desafíos: separarse de sus parientes y amigos, la falta de acceso a servicios básicos, la discriminación, la economía a cuenta gotas y la soledad.  Sin embargo, en medio de estas dificultades, la esperanza en Cristo permanece, ofreciendo consuelo y fortaleza.

Tras una huida apresurada, sin tiempo para despedidas ni para empacar lo esencial, se establecieron en Egipto. Una vez superadas las dificultades iniciales, ¡el Señor les ordenó regresar a su tierra! (Mateo 2:19-20).  Un nuevo desarraigo, un nuevo comienzo.

Jesús conoce la realidad de llegar a un país ajeno por necesidad, no por turismo. Experimentó el desarraigo, la adaptación, la barrera del idioma, la escasez, las comidas extrañas y las costumbres diferentes. Sin embargo, todo esto era parte del plan de salvación de Dios para la humanidad. Su Hijo encarna también a los migrantes y en él podemos ver el amor y la compasión del Padre por los extranjeros: “No maltrates a los inmigrantes ya que tú sabes muy bien lo que siente un inmigrante porque tú fuiste un inmigrante en Egipto” (Éxodo 23:9 PDT).  

Así que, como iglesia «no se olviden de practicar la hospitalidad, pues gracias a ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles (Hebreos 13:2)». ¿Cómo puedes mostrar compasión hacia los migrantes en tu vida diaria? ¿Qué barreras necesitas superar para acoger a los extranjeros en tu comunidad?

Oración por los migrantes:

Señor nuestro, tú que conoces el corazón del migrante, sus desarraigos, desplazamientos y noches de peligro, te pedimos que cada migrante experimente tu presencia en medio de los desafíos, alegrías y tristezas. Que la luz de tu esperanza los cobije, consuele y fortalezca. Que tu iglesia sea sensible a sus necesidades y los acoja con amor.

En tu nombre, amén.

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